Está muy arraigada en el pueblo la costumbre de pedir que a uno lo llamen por teléfono diciendo "deme un golpe de teléfono". Esta clase de golpes, un tanto peligrosos si se toma la frase al pie de la letra, adolece del mismo vicio que el golpe de puño, y lo correcto es decir simplemente "llámeme por teléfono" o "deme un telefonazo".